miércoles, 30 de septiembre de 2009

Verde

Florece quizá en las plantas más pequeñas flores de únicos colores, no es extraño ver bajo la luz estos colores y sentir derivar la mente. Mientras el paisaje cambia, puedo sentado ver como todo cambia y gira alrededor mío. Una visión primaveral de las hojas nuevas y del cantar de los pájaros que vuelven. Mas la ciudad más porteña de todas esta herida del invierno y llega a duras penas, mira arriba y siente el calor del sol darle energías. La fe parecía perdida, pero en este nuevo verde que nace hay una clara fuerza renovadora. Energía que surge de la luz, energía que no vemos encerrados.
El miedo que todavía nos guía esta presente en nosotros, algunos apenas han salido y llevan de la mano a quienes todavía bajo la obscuridad yacen esperando el final. Nunca fue más negra la obscuridad que cuando estamos mirando adentro, cuando no nos animamos a salir.
El vaivén de la sociedad nos pone nuevamente a los ojos y es el delirio del pasado el que nos ata cabos entre los ojos, el que ciñe la respiración al oído. Bajo el sonido de la música importada, en la porteña ciudad se gesta un candombe rioplatense que nos precipita a entender y vivir entre las olas. El río de la plata vuelve a subir, vuelve a abandonar la prisa tan paciente como la luna y el sol buscan escaparse, como cuando sigo iluminándote y no apareces hasta que no estoy.
Es el verde resplandor de los ojos, el verde conocer de la vida, el verde continuo cambio. El cambio que nos hace humanos, el cambio más real, el que nos redefine.
No habrá quien pueda verme mirar mas que el cielo buscando la luna de día, no habrá quien no sepa que hasta el mar es a veces el hogar.

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